buscar este blog

jueves, 3 de junio de 2021

Cuéntamelo



   Cuéntamelo otra vez.

   Cuéntame cuando corría por el campo, detrás de los animales, cuando era su azote, su pareja de baile.

   Cuéntame lo de las aulagas, lo de los tomillos, lo de las zarzas y las moreras. Cuando llegaba la tarde y tú no estabas. 

   Cuéntame lo de los cartuchos vacíos, los tiros fallidos y las maldiciones al aire.

    No te lo cuento, Padre, tú matabas.

  Cuéntame lo de que era cazador, que ya no me acuerdo. Lo de las sombras bajo encina, las comidas suculentas, el reposo en el arroyo. Ya nunca estás conmigo... nada me cuentas.

    Cuéntamelo, que no me acuerdo.

    Cuéntame lo del perdigón en el ojo, los faisanes a la basura, lo del cañón lustrado, los cabreos de tu madre... de todo aquello agotada 

    No te lo cuento, Padre, es agua pasada.

    Cuéntamelo, que estoy cansado.

    Cuéntame lo del odre, la escopeta y la canana. Lo de los perros… aquel que era el mejor y tanto ladraba, ¿Cómo se llamaba? No lo recuerdo, siempre fatigado. 

    Cuéntame lo del alba, lo del gallo, el sueño de madrugada. Lo del altillo, el patio y la corrala. Cuando mi cuerpo era todo energía, y no se arrastraba.

    Cuéntamelo otra vez, hijo.

    Cuéntamelo… que no me acuerdo.

   Está bien, padre, te lo cuento otra vez... ¿Cómo empezaba?

viernes, 28 de mayo de 2021

Viernes



     Amanece otro día. Ayer jueves no fue muy... gratificante. Hoy no va ser menos.

  Estos días los temo. Son imprevisibles. Prefiero no moverme a hacerlo y que algo, seguro, salga mal.

  La inseguridad se apodera de mi: Ese interruptor que no sé si fallará, ese grifo que está esperando con sus gotas agazapadas para darme el día, la lavadora que espera impaciente el comienzo del finde para avisarte que está ahí, el ruido de alguien en los buzones, el giro de llave al coche, una actualización de los muchos dispositivos tecnológicos que hay, un wsp del curro anticipando algo que sabías que podía llegar.

   Todo ocurre hoy. A las puertas del finde. Incluso una tormenta no prevista por ningún servicio meteorológico. Y ahí llega, para calarte la última colada que pusiste creyendo que así, de esa manera, sortearías uno de los escollos más temidos. 

   Cuando crees que el destino esta vez ha pasado de largo y piensas que a lo mejor tu suerte empieza a cambiar, suena un timbre, el de tu casa, obviamente. Miras la hora y ves que es extraño, que tal vez se hayan equivocado, que puede que sea el cartero u otro vecino despistado. Deseas que sea ese niño que dijo que pasaría a recoger la pelota que coló en tu terraza días antes. Y mientras elucubras más opciones... de nuevo el timbre, te saca de tus pretensiones poco probables y pones rumbo hacia la puerta. Despacio. Como si con ello pudieses parar o por lo menos demorar ese instante. Prendes el telefonillo con recelo, como si al otro lado estuviera lo desconocido. Sostienes el auricular en el oído intentando escuchar al otro lado, lo haces casi con pánico, como si esperases la llamada de un secuestrador, ese que retiene tu vida, tu felicidad. Tu respiración que estaba acelerada ahora se entrecorta y se para, las pulsaciones golpean tus maltrechas arterias. Y por fin preguntas: -¿Quién es?

    Es Viernes.

viernes, 12 de febrero de 2021

Iglesia, refugio anticapitalista

 



     Al fondo se observan algunas velas, ya te digo yo que pocas; luces de baja intensidad que crean, en ese pequeño espacio lúgubre, un entorno lo suficientemente entrañable, lo justo para que las modestas imágenes se vean con claridad y tu alma, esa a la que has venido a dar paz, se encuentre cómoda, lo imprescindible para dejar atrás todos tus problemas y esas pequeñas preocupaciones que, en el día a día, te acechan machaconamente.

   La puerta está permanentemente abierta casi en la totalidad del día. Aunque no haya actividad, aunque no haya misa ni reuniones pastorales, aunque la liturgia haya acabado y la paz ya sea con vosotros.

   Y aun presentando un aspecto desangelado y su recinto este totalmente vacío se respira, como digo, un remanso de paz absoluta. 

   No hay seguridad ninguna. Ni vigilancia. Las puertas de par en par y aun así no se aprecia temor alguno. Todo lo contrario, es como... si fuese un entorno donde tu seguridad, física y espiritual, estuviera a salvo, fuera de todo peligro. Como si... algo mágico te protegiese. 

    Efectivamente, ese es el cometido principal, y vaya que lo cumple, o por lo menos yo lo veo así. 

    Pero... si cada vez estamos más desligados del mundo celestial y cada vez somos más incrédulos y contrarios al dogma eclesiástico, ¿por qué nos sentimos seguros, protegidos y olvidamos todos los problemas cotidianos dentro?

    Creo que, no la religión, sino la iglesia, ha sido capaz de crear, en sus recintos, un espacio social sin parangón. Ha conseguido formar, tal vez sin quererlo, aunque originariamente fuera así, la organización anticapitalista más estable del mundo. 

    Habrá quién diga que estoy loco, que es justamente todo lo contrario, y razones históricas y hechos deleznables de la misma avalan esa opinión.

    Pero mi hipótesis no está basada en hechos antiguos o históricos, sino en un lado más profundo y honesto, como sus verdaderos orígenes; y en otro más puramente superficial, esto es, la afluencia de gente a sus recintos con cualquier escusa o motivo aparentemente absurda o trivial. 

    Me explico: Pedro, por orden y deseo de Jesús, fundó la iglesia, la razón de esta no era otra que la de dar cobijo al pueblo para una vez dentro, reflexionar y tener contacto con dios.     

    Primigeniamente, la iglesia, era cualquier espacio o recinto modesto donde sus seguidores se reunían para recitar la palabra de Jesús. La razón era muy simple y justificada: lo hacían para huir de la opresión de la época, refugiarse de las injusticias que una sociedad jerarquizada sometía a las clases inferiores y populacho a lo más inmundo que se pueda recordar. Y era en ese espacio y durante ese breve tiempo donde la lectura y la compresión mutua aliviaba esa represión a la que eran sometidos.

    Allí, y antes, solo había población pobre: pastores, artesanos, labradores, hilanderas; gente que necesitaba creer y agarrarse a "algo" para dar sentido a una vida de por si suficientemente desagradecida.

   Ahora en la actualidad, y eso es lo asombroso, sigue imperando ese sentimiento de "sobreprotección", esa sensación de estar a salvo entre sus paredes, entre sus imágenes y tenues luces; a la espera de un discurso manido y sabido de memoria pero no por ello menos confortable. Y es ese conjunto de cosas y situaciones lo que a día de hoy no se explica. 

    La única explicación posible es la dada anteriormente, esto es: la fuga, la huida imperiosa del acecho y acoso de todos los problemas, directos e indirectos y colaterales, que los brazos invisibles del capitalismo nos subyugan de manera física, psíquica, social y, por supuesto, económica.

    Por eso cuando vemos las puertas abiertas del Templo de Paz nos adentramos a sabiendas que allí el demonio del capital no tiene cabida, pierde todo su sentido, como un espacio libre de impuestos y leyes prohibitivas, o un paraíso fiscal. La iglesia, en esos momentos, se comporta como la única salida al capitalismo, por lo tanto, sin quererlo, ocupa la opción comunista más arraigada del planeta. 

    Es allí y solo allí, donde nuestros problemas desaparecen, son absurdos desde el punto de vista espiritual. ¿Por que? Porque lo espiritual es lo antagónico de lo material y por lo tanto del Capital.

    En la iglesia nos sobra todo porque ese es su signo, su fin, aunque a veces olvidamos que para llegar a dios hay que ir liviano de equipaje, vacío de bienes; solo hay que ir lleno de fe, amor, comprensión y empatía ajena, dejando atrás todo, material o no que evite ese paso a tu otro yo espiritual. Vamos, todo lo pobre que se pueda, porque "allí" donde creemos ir... sobra todo.

    Como vemos todos esos conceptos descritos antes, son lo opuesto al Capitalismo, de ahí que crea que la iglesia, a día de hoy, no es solo el único refugio y solución para los problemas creados por este, sino que creo, también, que es la única opción o vía para acabar con el Capitalismo.

    Dicho de otra manera, el fin del mundo, desde ojos cristianos, se veía como un apocalipsis nublado en el que los jinetes de la muerte darían fin a todo lo existente, físico y espiritual, y solo en la iglesia estaríamos a salvo de este holocausto social, pues bien, lo que creo es que el final del mundo -sociedad- está próximo, que no será en forma de jinetes con rostros cadavéricos ni entornos de niebla terrorífica, el final será, con toda seguridad: la irremediable pérdida del factor humano y social, el sentido originario del ser, el vernos agarrados sistemáticamente e invariablemente a unos valores materiales infinitos a los que es totalmente imposible alimentar y dar sentido. 

    Es por ello que ese afán depredador del capital vaya aniquilándonos, primero a los más débiles y luego a los más fuertes, para al final, como en la fábula del escorpión, acabar muriendo él mismo por no quedar nadie a quien explotar. 

    Tal vez antes que Marx estuviera Jesús como icono del movimiento comunista, no lo sé, lo que si tengo claro es que las ideas de Jesús todavía están vigentes, no son desechadas por ningún aspecto del Capital y reúne, en todo el planeta, a millones de seguidores de todos los extractos sociales posibles, algo que ya hubiese querido Marx en el siglo XIX. 

    La iglesia a día de hoy, definitivamente, es el único vehículo para desbancar al Capitalismo, y lo es porque sus seguidores no lo saben. Es por ello que el poder neoliberal no ha puesto en ella sus garras, por lo menos en su forma más social. Los pasos se han de dar con sigilo y cautela, sin despertar al fantasma. En cuanto este descubra el plan oculto, sin saberlo, de la iglesia, no dudará en aplastarla de un solo golpe o giro comercial: privatizándola, creando franquicias, ofreciendo algo "más" a cambio de una escueta cuota, por la que sus acólitos y seguidores podrán pasar a ser Feligreses Premium o Católicos Prime, que con una simple App podrán descargar las mejores misas, los mejores versículos o las frases más destacadas del señor, de la misma manera que podrán acceder a los mejores palcos en Semana Santa o reservar asiento los domingos en la iglesia del barrio. 

    Cuando esto llegue, y llegará para desplazar de la misma a las clases pobres del Señor, será cuando la última posibilidad de dar fin al Capitalismo haya concluido. 

    Y será posible porque al entrar a la Iglesia dejaste la puerta abierta pensando que el demonio no podría penetrar.

    Otra vez más el ser humano menospreciando e infravalorando al mercado.

domingo, 31 de enero de 2021

Deseo o Necesidad

 



     Como ya he comentado varias veces, el deseo sustituyó a la necesidad por una razón puramente práctica. Al no haber recursos económicos para sustentar o alimentar dicha necesidad, el deseo se abrió paso en esa alocada carrera de seguir fomentando el consumo,  si bien a corto o medio plazo no se garantizaba su cometido, a largo plazo parecía lograrlo. 

     De esta manera se reforzaba el ahorro para, en un plazo prudente, desprenderse de ese Capital y dar contenido a ese deseo agazapado durante tanto tiempo.

     Pues bien, este anexo neoliberal ha llegado también a la maternidad, no ya solo desde el punto de vista económico mercantilista: tú pagas, tú puedes adoptar o alquilar un vientre, o una gestación subrogada; eso ya lo habíamos vivido. El paso siguiente es más escatológico, cruel y abyecto. El de adoptar un bebé no por deseo maternal, sino por necesidad egocéntrica o deseo de sociabilizar nuestras… carencias que nos habían sido imposible cubrir mediante otros factores más comprensibles,  sin tener que poner en juego, y con frivolidad, la vida y futuro de una criatura.

     Hemos pasado de adoptar con toda la conciencia y responsabilidad que conlleva, a “comprar”, con toda la frialdad que el mercado nos permite, una vida que nos llene ese vacío que creíamos tener. De forma que cuando las expectativas creadas en torno al hecho no se cumplen,  la decepción es inmensa, y como si de una mercancía se tratase, porque así lo hemos gestionado, creemos tener el derecho a criticar el “producto”, cuestionarlo e incluso intentar devolverlo o deshacerte de él.

     Casos que recientemente han salido a la luz, casos mediáticos algunos de ellos, no dan si no más argumento a esta reflexión: madres y padres que creyeron tener otros derechos más allá de los meros por serlo, madres y padres que en el sentido de poseedores y por lo tanto de propietarios, pensaron que tenían otra jurisprudencia sobre esas almas a las cuales ellos les habían dado otra oportunidad y por ello tenían otras condiciones legales, condiciones más mercantiles que sociales. 

     Niños que reconocen sentirse, en el país de origen y nuevamente en el de destino, como productos desechados por el sistema. Niños asesinados por unos padres que, en el último momento, pensaron que lo de ser padres no iba con ellos, y como eran los propietarios del producto, ellos, y solamente ellos, decidían cómo y cuándo acabar su relación con la otra parte. 

     Madres, otras, que públicamente recuerdan a su hijo adoptado: que lo es y las consecuencias xenófobas que tendrían si no lo fueran, amenazando, de manera miserable, al hijo/a para que se comporte o cumpla todo aquello para lo que se le trajo, es decir, para dar la felicidad, llenar el vacío, completar el ego y cubrir las presiones sociales que la madre veía, tiempo atrás, incompletas. 


viernes, 15 de enero de 2021

La Familia

 



     (Al hilo de la entrada):

        Mininsántropo: Cimarrón (mininsantropo.blogspot.com

 

      

     ¿Por qué la familia te amansa y te neoteniza?             Porque te autocensuras ante ellos, te reprimes e incluso escondes opiniones, valores y sentimientos distintos. Porque te adaptas a lo establecido anteriormente y no te significas ante ellos. Por no molestar, por no alterar valores o modales de antaño.

     Tu comportamiento plano, hace que la relación entre ambos, familia e individuo, sea regular, sin sobresaltos… cómoda. 

     Esto es otra manera de sentirte neotenizado. La familia actúa como un eje transversal autoritario que vertebra todo el conjunto.  De manera que cada miembro sabe, en todo momento, quién, qué, cómo y cuándo decir algo o actuar. Respetando de manera tácita ese halo dictatorial que emana del ámbito estructural de la familia.  

     Así, cada vez que una parte amplia de la familia se junta, los componentes de ese grupo actúan como uno solo, cediendo y empatizando con la ideología del otro, con su posición ante cualquier circunstancia social e incluso poniéndose de su lado en las situaciones adversas que ahí se expusieran, que en otra ocasión no hubieran sido más que la causa para la discusión y la crítica. 

     Resumiendo: cuando la familia se reúne, no solo se reúne físicamente, sino que lo hace, forzosamente, para no alterar ese clima amable, de manera emocional, espiritual y en consecuencia... ideológicamente. 

     Es solo así y por esta causa, que los miembros de la familia y por efecto el sentido de la misma, no alteren su significado y sigan manteniendo esa unión necesaria para conseguir lo que en un principio, antropológicamente hablando, se descubrió que valía: para la absoluta domesticación, amansamiento y por consiguiente para la total reintegración de miembros disidentes, hostiles o, lo más importante, de pensamiento alternativo y adverso al conjunto no solo de la familia si no de la sociedad.

miércoles, 6 de enero de 2021

Y ya no estaban

 



        Y ahora que no estaban, les extrañaba. 
     Y vacías nuestras almas, buscaban el calor,
el peso que les faltaba.

     Ahora que nos falta: el roce, el cariño y la esperanza;  nos sobra lo físico,  lo material; hasta el tiempo, que nos persigue y nos alcanza.

     Y no estaban ellos, ni nos encontrábamos nosotros. Perdidos durante un tiempo, compartiendo el aplauso con otros.

     Luego llego el sonido del odio, los gritos de rencor; se esfumó con ellos la empatía, la concordia, el respeto y el amor.

     Y seguíamos solos, sin nadie alrededor,  escondiendo tras una máscara la sonrisa, viviendo ya sin prisa; deseando que esto fuera un sueño y no una peli de terror.

     Y ahora que no estaban, les extrañaba.

     Y recordé que, meses atrás, cuando el virus nos golpeaba… de mis padres ni me acordaba.