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domingo, 16 de noviembre de 2014

Ruta Alcarria



     Estrenando el "pepinaco", vamos, el Cactus; y aprovechando que era mi último finde largo, y seguramente también el último domingo, decidimos aprovecharlo al máximo: ruta, turismo, viaje, coche, fotos, mi perra, Marta y.... unas tapitas por la zona. Vamos, día perfecto. Espero surja otro, si no es así, recurriré a este post.























     De Alcalá a Guadalajara, a Torija, a Brihuega, a Cifuentes, a Trillo y... de vuelta a casa. 215klms para hacer el rodaje. No está mal. Ciao.

domingo, 9 de noviembre de 2014

Y ahora estoy vacía



     Se abrieron las puertas. Lo primero que salió corriendo fue la ilusión. La alegría saltó por la terraza en un intento de no estar sola en ese cuerpo sin alma. 
     Ella sigue ahí, buscándose, deambulando por una casa que ahora le parece ajena, extraña, una casa a la que se le cerraron la mayoría de ventanas, y desde entonces... el sol jamás entra. 
     Ya no hay música, ya no hay chistes ni chascarrillos tontos, ya no hay canciones en idiomas muertos, ya no hay trabalenguas de dialectos asiáticos, ya no hay pasos de baile de improvisación jocosa. Se apagaron las notas musicales del sábado tarde... se marcharon, todas, aquel fatídico día. 
     Dice que no tiene ganas, que está vacía, que es un espectro de lo que era. Y aunque se aferra a su nuevo peluche, sabe que ya nada es igual. Le robaron a su niña, se la arrebataron sin avisar, aunque había señales que nadie quería ver, que se ignoraban. Se miraba para otro lado... simplemente.

      Ahora solo queda el eterno y maldito recuerdo, ese flash que bombardea la mente y la hace estallar en mil imágenes salpicando todo el entorno, y tú, no puedes hacer más que recomponerlas. 
     En ese intento todo es confuso, un caos, todo se entremezcla. Por eso cuando duerme... aparece de nuevo.

... Se la ve huir, correr, no se sabe dónde. Sus gordas patitas girando hacia dentro. Se esconde entre una niebla que nadie sabe de dónde ha salido y se asoma a través de ella con cara de pícara para luego seguir corriendo con ese trote peculiar. 
     Nunca le das alcance. Los sueños juegan contigo. Tus ganas de volverla a tocar, a acariciar, son tan grandes que eres capaz de engañarlos; al final lo consigues, le das alcance y te aferras a ella con tal desesperación que parece posible volverla a traer a este mundo. 
     Pero no lo es, lo sabes... te derrumbas, y un torrente de lagrimas y gemidos ocupan la oscuridad de la habitación. 
     Es su piel, su olor, sus ojos; cómo es posible... es ella, está ahí. Sientes como tus lagrimas se funden con su piel... la acaricias, ¡que no pare por favor!, ¡que no me despierte ahora!, tengo tanto que decirle, decirle que: la echamos de menos, que lo fue todo para nosotros, todo lo que hacíamos día a día era para ella, que era nuestro significado, nuestro fin; decirla que la cuidamos todo lo que pudimos, que le dimos todo lo que teníamos, que Marta la quiso como a nada en el mundo. Que no nos importaba sus heridas, sus decaídas, su olor cuando la enfermedad golpeaba desde dentro. Pedirle perdón por todas las veces que la maldije, por todos esos improperios, por determinadas coces, por no haber tenido la paciencia que un perrito como ella se merecía... por no haber estado a la altura... por no saber entenderla, por no comprender esa mirada cuando decía "no puedo más"... por convertirme en animal cuando demandaba afecto humano. 

     Por todo eso, mientras el sueño dura, no paro de acariciarla, de besarla, de mimarla, de decirle cosas bonitas mientras me aferro a ella con locura, todas las que me dijo Marta que le dijese el último día, palabras que le acompañasen en su viaje final, decía, para... "que no tenga miedo".
     Se llevo todo. Todo por lo que merece la pena luchar, nos dejó, sin saberlo, el alma de papel... sin espinas. 

     Por eso, ahora, cada noche, nos vamos a la cama con la esperanza de, aun en sueños, volverla a ver, poder tocarla, acariciar de nuevo su carita triste y blanquecina, y solo entonces, Marta vuelve a recuperar su espíritu, vuelve a sonreír, a bailar... y esas notas que parecían perdidas vuelven a sonar, a llenar de luz la casa de nuevo. 
     Se oyen sus pisadas, su respiración... hasta parece que huele a ella. 

     Abro las manos y veo algo más que sudor de pesadilla. Froto los dedos con los ojos todavía cerrados y noto algo físico, como fibra... son pelos, pequeños, cortos... marrones.
     Me he traído del sueño algo más que una nueva ilusión.