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miércoles, 24 de agosto de 2011

Nuestros derechos

     Pedir que se respeten nuestros derechos, pero nosotros no hacerlo, es algo normal últimamente y un tópico. Se nos llena la boca con la palabra en cuestión, mola decirlo, nos llena de orgullo y democracia.
     ¡¡Tengo mis derechos¡¡, ¿qué? mola eh, pues es lo que piensan la mayoría de, sobre todo, jóvenes.
     Viene a colación esto, por los altercados del otro día entre manifestantes y policía, y el follón que se ha montado por la, presuntamente, agresión injustificada, a la pácifica Katerina, una indefensa menor de tan solo 16 años, cuyo único error fue, según ella, ir paseando por la calle.
     El vídeo se ha paseado por todos los canales de TV y los medios de Internet, así como por todas las redes sociales (nada, que no me acostumbro a la palabreja).
     Hay dos vídeos del mismo hecho, dos versiones de la misma historia, dos realidades distintas, como distintas son las dos Españas que la comentan, que dan su opinión en base a los dos afluentes de información desde donde llegan las noticias.
     En uno se ve, y se oye, como los antidisturbios se acercan a la pobre Katerina, que aparentemente no ha hecho absolutamente nada, y sin mediar palabra le dan una ostia y seguidamente unos porrazos.
     ¡Dios santo!, que terror, no se puede ni pasear por las calles, piensa uno. Las imágenes además de dejar claro la agresión, la locutora comenta la secuencia tapando con su voz algo relevante, y callandose cuando uno de los policías, al parecer el jefe, dice, -"No, a estos no, a los peregrinos ni tocarlos", ésto lo dice cuando pasan al lado de uno de los grupos de peregrinos que invadian la ciudad en esos momentos, y por los cuales, se habían montado esas manifestaciones. Con esa maniobra por parte de la periodista, es decir, hablar y callar con premeditación, lo que se pretende son dos cosas: Una, que se ódie aún más si cabe a la policía; y dos, que se rechaze por completo a los peregrinos.

     En el segundo video, se ve exactamente lo mismo, ¿entonces?, la diferencia es que dura unos segundos más y nadie habla encima de la grabación. En éste se ve y se OYE, cómo la, ahora no tan inofensiva Katerina, increpa, e insulta de manera clara, desagradable, desafiante y chulesca a los policías que pasaban por ahí, simplemente para mantener el orden de las calles, puesto que, como lo dejan claro los dos vídeos, están juntos los dos grupos: Laicos y peregrinos.
     La policía va por la calle, acera izquierda; mientras por la derecha y valiendose de la cantidad de gente que pasaba por ahí, e intentandose esconder y ocultar su identidad; la menor e inocente  Katerina se dirige a ellos: ¡¡Violentos, que sois unos violentos!!, (pausa), ¡cabrones! no me callo porque tengo mis derechos"
    
     Ahí lo teneis, exige sus derechos, pero desatiende el de los demás, en este caso, el de la policía, y por supuesto desconoce totalmente sus obligaciones; el de respeto a la autoridad, el no manifestarse ilegalmente y mostrarse despectiva y desafiante ante las autoridades.
     Nos vale esto, para atacar otra vez a los policías, nos es válida la confesión de la menor para, una vez más, poner en tela de juicio a los policías y dejar de lado la verdadera razón de la agresión.
     ¿No tiene la policía derechos?, ¿no se le debe respeto?, ¿no hay que acatar las normas que nos imponen, amparadas por la constitución?, ¿debemos convertir las calles en un campo de batalla, e insultar, agredir y menospreciar a los policías de manera impune?, ¿es esa la seguridad que queremos?; que podamos, cuando queramos y venga en gana, insultar y casi agredir a los que están para protegernos. Qué pensamos que tendrían que haber hecho, cómo deberían haber actuado; dejándola marchar sin decir absolutamente nada, dejándose insultar, dejándose humillar delante de gente que también pasaba por allí y nada tenían que ver con unos y con otros, y esperan de la policía seguridad, una seguridad que como se ve en las imágenes, no se da debido a la actitud chulesca, pedante y desafiante que tiene la querida Katerina. Si esto hubiese sido así, es decir, la policía pasa y deja a la joven seguir profiriendo esa cantidad de insultos verbales, cuál sería el siguiente paso, puesto que con la agresión verbal nada conseguían, tal vez la agresión física, y otro día que se volvieran a encontrar policías y manifestantes, cuál sería su actitud, sabiendo que la vez anterior bajaron las manos; sencillo, se los comerían literalmente a sabiendas de que nada iban a hacer y por nada se iban a molestar. Y Madrid se convertiría en una de esas capitales tercermundistas donde la policía es sometida constantemente por la población.
     No estoy diciendo que la poli vaya sacudiendo ostias a diestro y siniestro, pero lo que no se puede permitir es desoír las ordenanzas, no cumplir con la ley y encima sentirnos ofendidos e increpar e insultar  a los que intentan que ésta prevalezca.
     No quiero la violencia de la poli fascista, franquista; pero con lo que sí estoy de acuerdo es con la ostia que se llevo Katerina, esta, totalmente justificada, una ostia que ejecuta el policía, pero que sin duda está reflejada en la ostia que se merece la sociedad, ésta que no quiere nada más que derechos y cero obligaciones, cero deberes.
     Una ostia que en su día le tuvieron que dar sus padres, y que por clemencia, la sociedad tiene que pagar ahora, y en este caso el policía que sólo cumplía con su deber.  

     No santifiquemos a más Katerinas, que lo único que hacen  con su actitud es, sin saberlo, debilitar aún más el estado de derecho.

martes, 23 de agosto de 2011

Los colores

     ¿Qué pasa en Madrid últimamente? Hay un ambiente que te cagas in the night. Los turistas tienen que flipar con la capital Española, parece que estamos todavía celebrando el Mundial.
     A los ya conocidos, nombrados, blogueados y criticados indignados de la Puerta del Sol; los del 15-M, se les suma ahora los peregrinos y sus detractores; los laicos anti papa. Si les añadimos algunos botellones y demás movidas Madrileñas, y a los policías repartiendo ostias, ya tenemos el sarao montao.
     Pero vayamos por partes. No todos son iguales, no todos son lo mismo y por supuesto, no todo vale.
     Vamos a detenernos (siempre hablo en plural, pero estoy solo en esta tarea), en dos de estos: los 15-M y los JMJ. Como a los primeros ya dediqué una entrada y creo que no se merecen otra, saltaré directamente a los JMJ y analizaremos las diferencias entre unos y otros. 
     Por qué ocupando parte de la capital unos son odiados y otros consentidos, por qué los que están a favor de unos se tiran de repente a la calle a enfrentarse a los otros, por qué parte de la población Madrileña es adversa a ambos, qué pasa a la sociedad o a parte de ella que rechaza y no se ve relejada en ninguna de las dos ideas. ¿Son las dos igual de injustas, igual de molestas?, ¿comparten algún valor ético o de otra índole, así como ideas comunes?, entonces por qué se las trata, por parte del pueblo, a las dos de igual manera, como si fueran la lacra, los culpables de la crisis en la que aún seguimos.
     Empecemos. La diferencia es abismal, enorme, notable y si se me permite, que sí se me permite, porque aquí los turnos los reparto yo, es hasta  una ofensa la comparación.
     Los indignados han pasado de ser un grupo que se manifiesta para reclamar algo, a ser lo que realmente son, anarquistas que consideran que la única ley a la que se deben es la suya, la que ellos imperan, y quien no la acate, no son válidos. Ahora el paso que dan es el erigirse justicieros, salvadores. Quieren arreglar el sistema político, social y dan el paso al judicial. Se creen con derecho y el deber de ajusticiar, a repartir justicia, y son ellos los que deciden qué Banco es el que puede ejecutar su carga, su embargo; qué ciudadano es digno de su ayuda y cuándo creen que se deben cumplir con los pagos y los plazos.
     Ahora, los justicieros, creen que la llegada del Papa es nociva para el país, que conlleva muchos gastos inasumibles, y que es algo totalmente prescindible, y deciden que no es momento en que el pontífice deba venir, por lo tanto los superheroes salen a la calle a evitarlo. En ese intento también se llevan por delante a los seguidores del movimiento religioso, e intentan que no se lleve a cabo la reunión, porque ellos una vez más deciden quién viene, quién va, y quién debe okupar sus calles, una okupación a la que ellos sí estan muy acostumbrados.
      En ese intento de hacer por enésima vez justicia, se olvidan de su reciente origen y de sus primarias premisas, y no dudan por, de nuevo, cambiarse el nombre; Los laicos. ¡¡¡Venga coño, iros ya a tomar por culo!!!.
     No saben qué hacer, qué defender, de qué quejarse, a qué carro apuntarse con tal de seguir chupando del bote, y digo bote, porque mientras siguen allí se les sigue dando bombo y alguna ayuda, y de paso siguen sin doblar el lomo una temporada más, que es de lo que se trata.
     Que si reforma electoral; cuando han alardeado toda la vida de que no votaban nunca, que si listas abiertas, que si reparto de bienes, que si rebaja de sueldos políticos. Luego sale un desahuciado, y corriendo se apuntan a ese carro, y reclaman cambios en la banca, en la ley de embargo, y piden más plazos y más facilidades para los pobres desahuciados, dando por hecho, una vez más, que el banco es el malo por hacer cumplir las normas, el contrato que firmaron. Dónde estaban los indignados para asesorar a ese pobre desahuciado cuando fue a firmar la hipoteca, y decirle que a lo mejor, con un sueldo de 1000€ no se podía tener una letra de 700€, dónde estaban cuando ese mismo pobrecillo fardaba de coche pagado con la hipoteca, cómo que no le asesoraron para decirle que a lo mejor era demasiado; que el coche, los muebles y la plasma, podían esperar. Yo se dónde estaban, chupando de uno de esos desahucios y okupando ilegalmente su casa, mientras el banco se la recolocaba a otro. Dónde estaban estos controladores del gasto cuando vino la mujer de Obama y ocasionó también "gastos evitables", pues tirados en algún parque o de fumada en algún polígono.
    
      Ahora los superheroes la toman con los peregrinos, que nada tienen que ver con sus peticiones y protestas. Se convierten en salvajes, en ordas primitivas en defensa de su territorio, su feudo. Nadie, entienden ellos, tiene derecho a manifestar su ideología, creencia, o estado anímico, allí, en su recinto privado, una Puerta del Sol que han conquistado después de muchos años y se niegan a abandonar.
     La policía llega e intenta poner orden, abrir espacio para que unos y otros puedan hacer uso del espacio público que pagamos todos, y en ese intento, los ahora laicos, son agredidos ante la resistencia y negativa, de estos demócratas convencidos, de acatar las normas.Y convierten, también, a la policía en los malos de la película.
     
     Desde nuestra poltrona, casa, oficina; es muy fácil opinar y hacer crítica y mofa de todos estos fenómenos que invaden nuestra ciudad. Los primeros ya han demostrado que no saben dónde van, ni cómo. Han perdido definitivamente el rumbo, y ahora después de tantos días, no quieren irse por la puerta de atrás como si tal cosa, sin haber conseguido nada, es por eso que a la desesperada se suben a cualquier noticia  que acontezca en la capital. Y aunque ellos no lo quieran reconocer, la visita del papa les ha venido de perlas para alimentar su ya desgastada imagen y volver a estar en la portadas de la información diaria. 
     También es sencillo reírnos desde casa, de los miles de jóvenes que creen en algo, estén o no equivocados. 
      Nos venimos quejando de que la juventud no cree en nada, no quiere nada, no tienen ilusiones, no tienen valores, no tienen principios y no quieren sacrificios; y de repente irrumpen en Madrid casi dos millones de estos jóvenes que parecían no existir, y cómo nos lo tomamos, ¿con asombro, expectación, respeto y esperanza? ¡¡Nooooo!! nos empezamos a descojonar de esos ilusos, esos pobres engañados, esos equivocados, esos frikies, esos católicos de mierda. Volvemos a caer en el error de pensar que somos nosotros los que estamos en la verdad absoluta, que somos nosotros los que conocemos el camino recto; todo lo demás es absurdo, tontería, una enorme mentira y perdida de tiempo. Nos mofamos de sus bailes, sus cánticos, sus pasiones, sus expresiones de júbilo, su manifestación de fe. Y nos jactamos en nuestro salón con frases como: "pobres infelices, que ostia se van a dar, qué sabrán estos de la vida". 
     Y ese odio se traslada a la calle y de repente empieza a molestarnos todo, todo lo que esta gente, llena solo de sentimientos sanos, hace. Sus ropas, sus mochilas, sus gorros, las aglomeraciones que provocan, los descuentos que les hacen,  molesta hasta el colorido que dan. Es que solo queremos estar en la completa oscuridad, rodeados de colores grises que predominaban en el centro antes de que ellos llegaran, sólo queremos la tristeza que tienen los ciudadanos del día día, ¿nos molesta de verdad, que un puñado de jóvenes, por primera vez inunden las calles para actos contrarios a la destrucción, el alcohol, la fiesta y otras protestas oscuras, tristes, grises y confusas?.  
     Qué nos hace pensar que ellos están en un error? Seguro que no es al contrario? Tal vez solo haya que mirar sus caras y luego echar un vistazo a las nuestras. ¿cuál demuestra más felicidad?, ¿No es la felicidad, al  fin y al cabo la finalidad del hombre?, ¿no es el objetivo principal y primordial del ser?, entonces, mirando de nuevo unas caras y otras, me pregunto, ¿quién es el realmente equivocado?.
     Ya, ya se que estáis pensando: "la felicidad hay que buscarla de otra manera, no engañados por la iglesia". Sí, pero, cuanto tiempo llevamos, los denominados laicos, buscándola, no será que estamos en el camino equivocado, ellos sin embargo, aún creyendo nosotros que están siendo engañados, la han encontrado. Si no, cómo se explica su comportamiento, cómo se entiende que sean capaces de recorrer, el que menos, miles de kilómetros por una causa, da igual cual sea ésta. ¿Cuándo fue la última vez que nosotros hicimos un sacrificio similar por alguna razón?, ¿cuándo pasamos tanto calor y casi miserias por una causa?. Tal vez en algún viaje de esos soñados y que nos salió mal, un viaje al que fuimos buscando algo de esa felicidad que en el día a día nos falta y que a ellos les sobra, y regalan a borbotones.
     No será que nos dan envidia porque son felices, a su manera, decimos; pero, ¿es qué hay escrito algo sobre la manera perfecta de ser feliz? ¿Hay algún canon que diga cuales son las formas válidas de encontrarla y cuales no?.
     Nosotros, los laicos, tú, yo; nos empeñamos en negar la religión, buscar la verdad en la ciencia, y nos encontramos cada vez más oprimidos y más confusos por tanto avance. Cuando esto ocurre, acudimos desesperados a la filosofía y lo que ésta  nos cuenta no es mucho más clarificador, y nos da más preguntas que respuestas.
     No va siendo hora de reconocer lo evidente. Que el que cree en... da igual: Jesucristo, Dios, la religión o la iglesia; son, no más felices, si no simplemente felices. No va ya siendo hora de, si no reconocerlo, por lo menos respetarlo y decir bien en alto que eso que a nosotros nos produce risa, a ellos les da la felicidad, la misma que nosotros llevamos buscando desde el mismo día en que decidimos y creímos poder buscarla por nuestra cuenta, porque pensábamos que ésta, estaba próxima a lo cotidiano y lejana a lo espiritual. No será que la felicidad simplemente es un estado transitorio meramente existencial  y por consiguiente espiritual. Y si es así, no es normal buscarla en algo puramente espiritual. 
     Definitivamente, viéndoles a ellos me doy cuenta de que vivimos en un error. Creemos que la felicidad es algo que se toca, que se tiene como algo propio, que es el dinero, decimos que somos felices cuando tenemos trabajo, necesario para ganar más dinero. Pero cuántos de nosotros tiene todo esto pero aún así no es feliz. Joder más claro imposible, la felicidad no esta en lo terrenal. Lo más parecido es cuando nos enamoramos, decimos, "Soy feliz, pero no sé por qué", ahí está la verdad, cuando algo nos llena por dentro, sin saber por qué,  ni el qué, ni cuánto. Solamente cuando estamos felices hacemos cualquier cosa por mantenerlo: cantamos, reímos, bailamos, nos vestimos con cualquier cosa con tal de llamar la atención y si se tercia, hacemos miles de kilómetros con tal de estar con la persona amada. ¿Os suena todo esto?. Es lo que hemos estado viviendo toda esta semana, una enorme manifestación y demostración de amor y en consecuencia de FELICIDAD. La hemos tenido en frente, en nuestras narices, y la hemos rechazado y mofado de ella, sabéis por qué, porque no sabíamos lo que era, veíamos algo grande, distinto, desconocido; solo teníamos que dejarnos llevar y unirnos, pero nos daba miedo, miedo el pensar que pudiera estar ahí, tan cerca, donde nos dijeron hace tiempo y no quisimos escuchar, miedo a reconocer el error, a darles la razón, miedo al encontrar de manera casual la felicidad que buscamos desde siglos. Y qué hemos hecho en vez de eso; reírnos, quejarnos, abuchearlos y desear con toda el alma que se marchasen. 


     No digo que la salida sea la iglesia, quién haya entendido esto, que salga del blog y siga viendo Sálvame, lo que digo es que ellos, los maltraidos peregrinos eran felices, daba igual cual fuera su razón, pero lo eran, lo creían y así nos lo han hecho ver. 
     Cada ser tiene unas preferencias y unos gustos, y de esa manera cada cual ha de buscar su felicidad. Cómo convencer a un madridista que el barsa es mejor; a uno del PSOE que la derecha es el futuro; este es el error y la gran virtud de ellos, el saber que todos somos iguales, sin importarles la carcasa que quieras poner a tu alma, que es lo que es el resto, lo que importa es lo que creas y sientas en el fondo, pero desafortunadamente ese es el problema; nosotros no creemos en absolutamente nada, nada más que en nosotros mismos, porque nos creemos superiores, seres supremos capaces, como he dicho antes, de encontrar la felicidad en lo material y no cejamos en nuestro empeño en cambiar de trabajo, de mujer, de vivienda, de ciudad, de coche, de lo que sea con tal de encontrarla, porque sabemos seguro, puesto que somos muy listos, que la felicidad tiene que estar ahí, dónde si no.
     
     Ya podemos descansar tranquilos, ya se han ido los papistas. Ya podemos seguir con lo nuestro, con nuestra auténtica realidad, nuestra verdadera felicidad: nuestro reconfortante trabajo, nuestro formidable piso, nuestro flamante coche, nuestra cuenta bancaria; en fin, vaya, lo que realmente nos hace feliz, un tiempo al menos, pero luego cuando nos acostumbramos, qué nos queda. Ya, seguir buscándola. 
     Yo hoy he ido al centro a buscarla en forma de pantalón de marca, chulísimo, he pasado por Sol y había un centenar de personas gritando y protestando por no sé que, vaya entretenimiento, no deben de ser felices, por la ropa que llevan y por el  tiempo perdido tampoco deben de tener trabajo. Son gente gris, oscura, amargada. Por qué no hacen como yo y se van de compras a rebuscar entre los cajones de rebajas algo de felicidad, algo de esperanza, algo de fe. Porque éstos, en qué creen, por qué se sacrifican, en qué tienen esperanza.
     Éstos, son como yo, yo soy como ellos. Gente testaruda y equivocada que no damos nuestro brazo a torcer, y menos a alguien que piensa distinto a nosotros. Los indignados por creer que la solución pasa por tirarse a la calle a hacerse ver, y yo, por creer que la solución esta en parchear día a día con absurdas medidas consumistas mi falta de felicidad.    
     
    Ya se marchan los últimos, ya va predominando el color rancio. Ya vuelan a sus países los últimos de una generación que creíamos inexistente, con ellos se marcha la última  llama de esperanza, solo nos queda lo poco que nos han dejado, una lección: se puede creer en algo, lleve el nombre que lleve y sin importar la apariencia que tenga, siempre que nos pueda aportar un poco de esa desconocida felicidad.
    

miércoles, 10 de agosto de 2011

Auld Reekie

     "El que olvida su propia historia, está condenado a repetirla"    -Sir Walter Scott-
      
     Debo de ser masoca, porque lo que yo quiero es repetir esta historia.
     Debería empezar a olvidarla si lo que quiero es repetirla.
     Dejaré aquí, en estas lineas, los últimos retazos o... eso espero.


     Para los que no conozcan la "Vieja Chimenea"; ese es el significado del título, les diré que se la llamaba así puesto que en épocas pasadas y en días de mucho frío, eran innumerables las chimeneas que expulsaban al cielo Escocés el hollín de sus maderas quemadas, haciendo del horizonte una auténtica cortina de humo, recreando, más si cabe, el encanto de esta ciudad. Dicen que esta humareda caliente, se mezclaba con la humedad fría y se convertía en un mar de niebla, lo más parecido al de su hermana Inglesa. Y éste era el escenario perfecto para la cantidad de historias, ciertas y no, que de esta ciudad se cuentan. 
     Algunas fábulas, otras leyendas, quizás la mayoría sean reales, tal vez con algo de hipérbole que enfatice aún más el relato histórico.
     Lo realmente cierto, es que la ciudad sí parece sacada de un cuento....os lo cuento.


      Lleva una capa. No es azul, ni es de tartán. Es simple, lisa, negra. Cuando sale de su refugio lo hace dubitativo, temeroso, receloso. Tiene miedo a ser descubierto. No huye de nadie. Nadie le busca. Ése es el objetivo; que no le encuentren.
      Recorre el adoquinado y húmedo suelo, hace rato que dejó de llover. De todas formas él se protege con un sombrero de copa, y de esa manera, oculta más si cabe su identidad. 
     Anda despacio, pegado a las fachadas, de forma que siempre tenga un flanco cubierto. O por si en algún momento, tuviera que introducirse de repente en alguno de los Closes. Cada vez que cruza uno, disminuye el paso y observa dentro detenidamente, vigila que de alguno aparezca alguien al que no esperaba.
     De la iglesia de Giles salen aldeanos que han pasado allí la tarde. Buscan unas palabras de aliento, un consuelo, un descanso, un cobijo, algo de esperanza. Se resguardan, de paso, de una tarde de perros.
     Ahora el Padre ha finalizado su homilía, ha terminado su cometido. Abandona el altar y se dirige a la sacristía, allí, recogerá sus pertenencias y dejará la Catedral. Los feligreses resignados salen cabizbajos del templo, meditando sobre el capitulo del que hoy les ha hablado el sacerdote, dudando de su veracidad, preguntándose cuanto de cierto hay en todo lo que el cura les ha contado. Están en estas cavilaciones y no prestan atención a la figura que se apoya desgarbada en la cruz que enarbola la Merkat. Pasa desapercibido, solo unos pocos se percatan de su presencia. No saben quién es, qué hace allí, qué busca o, qué quiere. 
     El hombre de la capa espera a que todos se hayan alejado, tiene paciencia, no desespera. Ha llegado el momento que estaba esperando. Cuando la última de la mujeres que habla en el pórtico con el padre se aleja, él, se descubre, se retira la capa y alza orgulloso la cabeza dejando ver, ahora sí, su desafiante rostro. 
      Levanta el ala del sombrero con los dedos índice y pulgar, a modo de saludo, y con la más maléfica de las sonrisas se dirige al pastor de cristo. -Buenas noches John, he vuelto.
     El sacerdote que en esos momentos cerraba el portón de la iglesia, gira sobre sus pasos desconcertado, sin saber qué ha oído, y sobre todo, quién lo ha dicho. Distingue en frente suyo, a un hombre alto, fuerte; parece que va cubierto con algo que a él le parece una sabana; será un pestoso que viene a que le de la extremaunción, piensa. Se quita las diminutas gafas y con la sotana desempaña el relente que, al contraste del frío con el cálido de su recinto, ha producido en ellas. Cuando se las vuelve a poner y sus desgastados ojos se adaptan a la nueva imagen, John ya a adivinado quién es el personaje de la capa negra.


     Leiht no es un gran río, y por lo tanto no provoca un gran lago, es por eso que a la mañana siguiente el cuerpo sin vida del padre John es encontrado a primera hora por una mujer que busca en los albores del día, ser la primera en colocarse en una posición idónea para la tarea de lavandería. 


     Las chimeneas ahora expulsan sin parar todo lo que en ellas se arroja: troncos, hojas secas, basura, desperdicios, pequeños animales muertos y toda clase de restos cotidianos inimaginables. Ésto, hace que el ambiente y la respiración sean insoportables. La población convive con ello sin importarle no mucho más que cualquiera de las otras ocupaciones que en el día a día tienen que sufrir.
     Una de esas chimeneas es azuzada por Desmond Hugh. Lo hace con total lentitud, observando detenidamente el crepitar del los troncos, las vertebras de las llamas, las volutas del humo, las níveas pavesas. En el quicio del fogón tiene colocado un bastón. El mango es una cabeza de león con las zarpas en alto. Justo abajo, un brazalete de plata porta una leyenda del Clan al que pertenece.
     Desmond nunca acarrea con la madera ni con ningún otro material combustible para el duro invierno, es su ayudante el que se encarga de esta ardua tarea.
     El taburete en que descansa mientras atiza el rescoldo, es de olmo todavía verde, se aprecian las vetas en las tres patas, unidas con cuerda de pita y ancladas con clavos de puro cobre. En la silla de al lado tiene preparado su traje; una capa de cachemira oscura, casi negra, y un acopado sombrero, legado de la realeza Escocesa.
     Hugh, no quita ojo a los restos de lumbre, que en esta ocasión sí ha preparado él, material incluido. Acelera los movimientos y empieza a impacientarse. Hace ya más de veinte horas del suceso y aún no se ha podido desprender de las pruebas. No le preocupa su captura, no le asusta un posible linchamiento, no se inquieta ante la posibilidad de un testigo, no teme a nada ni a nadie. Su única obsesión es deshacer todo vestigio de aquel viejo gregoriano, aquel que en su día descubrió y mostró al mundo su gran secreto.
    
     El ruido de la puerta al cerrarse de golpe es firme, ocasionado por la corriente de viento que entra por la ventana abierta para evitar la acumulación de aire nocivo. El portazo devuelve de nuevo a la realidad al hombre de la capa negra, le lleva a prestar, otra vez, atención a la vieja chimenea. Esta vez la mira con total desprecio, sin quitar la vista a uno de los bordes, lo hace con odio, con ojos impregnados de furia y la mano asiendo con toda la fuerza que es capaz el atizador, que esta vez, remueve a toda velocidad.
  
     Dos aros encarnados, al rojo vivo, incandescentes; se resisten a ser devorados por un fuego cada vez más débil, no quieren descender al averno, al infierno al que Hugh pretende enviar al viejo sacerdote. Cuyas gafas, ahora, le miraban desde la pira como auténticos ojos de diablo, fuego puro, pura maldad.....absoluta venganza.


      
     
     

domingo, 7 de agosto de 2011

Había un pastel

      Había un pastel, un pastel de boda, pastel como adjetivo, no como sustantivo.
     .....Y había un pueblo, un pueblo lejano. 
     Había un parking, un parking en un rellano.
      Y había gente, gente que se conocía, algunos hasta se querían, otros se desentendían. 
     Había matrimonios, novios, casados, solteros, divorciados y hasta separados; los había de nuevo vuelto a casar, a juntar. 
     Había mujeres de otros, otros con nuevas mujeres, otros que habían sido mujeres, ahora hombres, señores de pelo cano, barrigudos. 
     Había un claustro, un patio, y un salón; bodega, barra y recepción. 
     Había escote, escote digno de un buen.., que no escote de pago a medias.
      Había gorrones, viejas, niños, camareros jóvenes y decepciones.
      Y había unas armaduras, un pasillo medieval, una bonita fachada, luces apagadas. 
     Había una novia no radiante, miradas tristes, desconsoladas, gestos de fracaso, comentarios hirientes, rostros que todo lo dicen sin hablar, que no hablan para no pecar, que si hablan es para confirmar. 
     
     Había unanimidad. 
     Había varios grupos, mesas alrededor de una; la central, la más vacía de todas. Había mesas sin llenar, sillas sin cubrir, había idas y venidas, cuadros sin marco, también lienzos, retratos en paredes, escenas en banquete.
     Había sillas de ruedas, coches sobre ruedas, bolsos en mesa, velas en penumbra, bengalas al alto, algunas incólumes.
     Había un menú, una carta bien creada, unos monederos y botellas de vino, abanicos y alfileres, había inscripciones en todas ellas, dos nombres bordados, dos nombres laureados. 
      Había esperanza en todo ello, solo ellos, sobre todo en ellos.
     Había una boda, eso dijeron.
     No hubo tarta, fue pastel.
     Un auténtico Pastel de boda.

El timo del 6º

     ¡Venga¡ ¡Ya está bien! se acabó de dar más bola a toda esta gente que quiere "reconstruir" su vida a costa de los demás. A todos estos que no les importa lo más mínimo el significado de esfuerzo. A todos estos que quieren dinero fácil, rápido, sin importarles el cómo. A los que reinventan un nuevo sacramento para de forma impune lograr sus objetivos. Les importa una mierda el disfraz con el que vistan su moralidad, su decoro, su falta de vergüenza. A todos los que arrastrados por el ansia capitalista se saltan la reglas básicas del mercado: la oferta y la demanda, el debe y el haber. Solo interesa su demanda y su casilla... la del haber.
     El primer paso que dan es lanzar a los cuatro vientos una macro celebración. Se adorna con unas cuantas originales despedidas, se añaden unos autobuses, modestas tracas, pueblos con encanto, nombres sinuosos y eufemismos clásicos.
     Luego se lanza un par de bulos o noticias no contrastadas como: -"Un menú? pues en torno a cien, ciento y pico; más extras". Después se lanza un prejuicio: -"Hoy en día si no das más de ciento cincuenta P/P, quedas como el culo". Y ya está, ya han hecho el Agosto. Ahora eres tú en tu cabeza el que maquinas todo esto, te condicionas y por no quedar mal entras en su juego.
     Ellos están en otro mundo, en el otro lado: ignoran qué es un sacramento, más bien les importa una mierda, lo reciben en iglesias a las que no han entrado en su vida, con sacerdotes a los que ni conocen ni saben lo que les dicen, y lo que es peor, ni lo entienden; seguramente en la mayoría de los casos, hasta se haya criticado en innumerables ocasiones a este selecto grupo.
"Pastel" de boda
     En su mente solo una premisa: El euro, que sea abundante, con el fin de poder financiarse: su traje no; lo paga mamá, los regalitos tampoco; los paga la cuñá, el condumio a veces tampoco, lo paga el sobraó del suegro. Entonces qué. Ellos lo saben, lo intuyen: Dinero fácil, a espuertas, en cuestión de horas, no hace falta más que esperar un poco, poner buena cara y recoger sobres, beneficios.
     Como esto ya se conoce, aun no teniendo ni un duro, se hipotecan de momento para reservar el deseado viaje, porque saben que luego sí podrán pagarlo, habrá dinero de "sobre" de sobra. Y ahí os quedáis vosotros, con esa imagen irreal, preconcevida de: Pobrecitos, no tenían para una celebración mejor. Y mientras lo repasas, los estafadores, están preparando la maleta y el pasaporte con destino a un paraíso fiscal.
     Cuentan, para esta estafa, con tu bondad, tu buena fe, tu ingenuidad; unos valores que ellos no tienen o han dejado a un lado una temporada. Saben que hacen mal, que no es justo ni equitativo, pero tienen el beneplácito de sus familiares más cercanos, que les apoyan, les cubren y posteriormente les justifican. -"Fíjate, es que ellos no lo sabían. Lo hicieron con la mejor intención".
     No critico si había baños o no, si había aire o no, si había parking, si había hilo musical, si existía música ceremonial; no critico tampoco si era abundante la comida, si era de calidad, si tenía presencia, si tenía ritmo, sin esperas, si el cóctel fue apretado y aceitoso, si era un parador o un para-dos, no, eso da igual, lo que me indigna es que ya se sabía o por lo menos se intuía de que eso iba a ser así. Ciento cuarenta kilómetros son un indicio más que sospechoso. Aún así, nosotros accedemos a ir a esta farsa que se denomina Boda en nombre del 6º Sacramento del Matrimonio.
      Y somos nosotros mismos los que, aunque sabemos que: Es una mierda, que no nos interesa ir, que no queremos entrar en estos saraos, puesto que nunca lo he hecho, que sabemos que es un timo; aun sabiendo esto, vamos contentos y con el precio ajustado de antemano, para demostrarnos de que, aun siendo una puta mierda, no nos importa, porque nos lo podemos permitir.
      Dar un cuarto de nomina a unos sinvergüenzas, no nos importa, sin embargo otros días escatimamos uno míseros euros en invitar a tus allegados de verdad, dejar un euro de propina, ser generosos con nosotros mismos, e incluso ese mismo día si se tercia, regatear a tu padre, hermano o cuñado un puto botellín.
     Es una crítica más, más de lo mismo, lo de siempre. La ¿culpa?: Nuestra por permitirlo; y no cortar con ese circulo por el simple hecho de que algún día sea al revés o porque un día ya lo hiciste y ahora queda feo decir NO VOY, y por no hacer ese feo agacho la cabeza, me trago mi personalidad y me desprendo de una parte importante de dinero para demostrarme de que no pasa nada, que es parte de esta función teatral que interpreta la denostada, moralmente, sociedad. 
     Y de ellos, por ser tan ruines, míseros e hipócritas, ¿se conoce algún acto más falso que este?: La iglesia que todos aborrecemos, la reunión de la que todos huimos, la familia a la que todos criticamos, el blanco impoluto del traje...la virginidad ¿?. Todo esto nos lo tragamos con tal de sacar unos rendimientos netos en un solo día. Para cumplir el tan nombrado mal de nuestra actualidad: El aparentar. Para irnos de viaje a un sitio tan lejos, tan lejos, al cual no haya ido ni conozca nadie de los que allí están copa de champagne en mano. A un lugar tan remoto que para localizar su situación geográfica haya que acudir a Google. Un país tan lejano donde no lleguen las noticias que hallamos generado aquí, donde tampoco lleguen la vergüenza ni la ética, o lo poco que de ellas nos quede. 
     Ahora descansan tranquilos, serenos, con el saber del deber cumplido. Lo hacen sentados en el camastro de su hostal, al lado de la papelera donde posan los sobres desmenuzados, desglosados; bonos convertibles en felicidad no ganada y en disfrute no merecido.
     A costa de la bondad, estafada, de los demás.