El vaivén es tenue, sin ruidos ni chirridos, varado bajo la encina. Ya no se oyen los crujidos de madera en alta mar.
Y entre tanto... las nubes mezclándose entre las ramas... despacio, sin prisa. Buscando un lugar donde esconderse cuando la oscuridad aceche, el sol desaparezca y las aves más calurosas aniden con la presencia del crepúsculo. Mientras, los ojos rasgados en fondo blanco y negro me observan, creen que duermo, que estoy ausente... taciturno.
Todo esto ocurre en un lapsus de tiempo, en un trocito de día, en un instante de... ¡auténtica vida!