buscar este blog

sábado, 3 de octubre de 2020

Nubes blancas y negras

 

 

      Mira, parece que ahora se mueven algo. Sí, parece un… no sé,  un conejo. O no, mejor un extraterrestre con orejas enormes. Que más da. No sé cómo tengo ganas de elucubrar y fantasear con las nubes después de lo que me has hecho.

       Sí,  claro, tú  ahí, tan tranquila. Te habrás quedado tan pancha. Estarás por ahí corriendo entre las nubes, haciendo cocos, jugando con todos los amigos que se fueron antes que tú, mientras yo me quedo aquí,  hecha una mierda, destrozada, buscando el porqué,  una explicación que me serene, que borre ese sentimiento de culpa que me rodea. Algo que me convenza de que nuestra separación fue natural, sin tintes dramáticos, que solo recordarlo me ahoga contra la almohada.

     Sí, ya sé que allí estás bien, claro,  tú siempre tan egoísta. A tus juguetes,  a tus paseos, a tus comidas, a la tarea que te toca, y luego a esperar mis altruistas caricias, mis mimos incondicionales,  mis abrazos eternos, mis besos infinitos. Así cualquiera, así también me voy yo tan tranquila de viaje. Pero no, no te voy a perdonar que te fueras sin darme una explicación,  sin avisarme, sin razón, sin darme… un último lametón.

     Aquí me tienes ahora,  mirando al cielo. Esperando verte aparecer. Creyendo verte correr de nube a nube, imaginar que ellas son tus motas, negras y blancas,  que todo el cielo… eres tú.

     No lo supe ver. No lo vi venir. Me faltó previsión. Me faltó tiempo. Me sobró mala suerte…  me faltas tú.

      Ahora me sobra todo.

     Dime dónde tengo que mirar para poder verte por última vez,  dime dónde tengo que ir para poder oír tus pisadas de nuevo, dime dónde pongo mis manos para sentir tu piel, el latido de tu enérgica vida. Qué puerta abrir para que penetre tu olor nuevamente. A qué dios rezo para que todo esto ocurra, aunque a veces ese dios no crea en mí, ni me escuche.

     Se está haciendo tarde. Las nubes se disipan y con ellas la esperanza de que dibujen tu imagen. Dejan paso a la luna, otra noche se cierne sobre mi alma herida. Hazme un guiño, un gesto antes de desaparecer. Hazme saber que me oyes, que estás ahí. Dame una señal que haga que este rato haya merecido la pena.

     No dejes que te llore más. Lo hice como para rebosar mares, reflotar naves, que decía el poeta.

     Ya no hay verso ni prosa que envuelva en melaza este dolor. No hay palabras que endulcen este agrio sentir. Ni poesía ñoña que tape esta desazón. Que me cubra y de calor, me de aliento y no sopor. Que deshaga el frío que tirita todo mi cuerpo, la pereza que ahora siento,  que hace que enmudezca… mi maltrecho corazón.

     Tengo el collar en la mano, no sé que hacer con él.  Si guardarlo o regalarlo. Si lo guardo es como si te empujase,  si lo regalo es como si te traicionase.

     Ahora son todo dudas. Ya no recuerdo aquel día en que llegaste. Quiero olvidar el que te marchaste. Solo quiero rememorar nuestros paseos, los ratos en la cama mientras nos mirábamos, cuando hacíamos planes, cuando nos reíamos,  cuando me mirabas sin entender, levantando las orejas  volviéndote a tender. Creyendo que estaba loca. Y bostezabas abriendo tu enorme boca.

     Ya va siendo tarde, me tengo que despedir. Seguiré mirando a esas nubes, por si apareces, por si me tienes algo que decir. Seguiré mirando hacia arriba, sabiendo que desde allí alguien me cuida.  Porque ten seguro que, aquí abajo, sin ti… esta es una mierda de vida.

  

                              "Dedicado a Meysi, de Diana"

No hay comentarios:

Publicar un comentario