buscar este blog

sábado, 2 de mayo de 2020

Escapar





      Lo llaman guerra pero no lo es. Es, simplemente, un virus más. Tampoco es un enemigo. Es un agente patógeno con forma de naranja con espinas. 
    No estamos confinados; estamos arrestados, apresados, encarcelados. Y no, no queremos escapar... queremos salir, deambular libremente.

    Que se utilicen distintos eufemismos o vocabulario bélico no es si no más que para justificar el exceso de medios y fuerzas militares y policiales en nuestras calles. Para evidenciar que son "necesarias" porque estamos en "guerra" y la vamos a ganar. 

    Que salgan los militares a combatir un virus es tan absurdo como ineficaz, es como si saliesen los enfermeros a luchar contra el terrorismo. 
    Esto no es más que otra muestra clara del fracaso que esta crisis ha dejado de manifiesto sobre nuestro sistema. Eran los médicos, enfermeros y todo el adulado y encumbrado sistema sanitario los que se tenían que haber ocupado "exclusivamente" de esta pandemia, pero claro, no los teníamos o los teníamos desmantelados. Por el contrario, lo que si teníamos intacto y con un presupuesto desorbitado para los tiempos que corrían era el ejército y demás fuerzas de seguridad. Es por ello que las hemos sacado a la calle, para que se vean, para paliar y contrarrestar la carencia sanitaria. Es por ello que les hemos dado las herramientas que antes deberíamos haberles dado a los sanitarios. Y es por ello que, ante lo poco efectivo de su uso en materia sanitaria y epidemiológica, les hemos puesto a limpiar, desinfectar, montar, desmontar y... a hacer de bufones del pueblo, regalando canciones, flores, souvenirs y bailes ridículos para un cuerpo de policía.

    La única razón del ser y estar en las calles, es la de someternos y controlarnos. De ahí esa jerga belicista, de ahí esas amenazas, ese, ahora sí, protagonismo y consentimiento a los balconazis, ese asedio mediático a los "insolidarios" que se saltan el confinamiento y van a dar un simple paseo. 
    Es por eso la importancia que dan a los controles abusivos y desmedidos con tal de coger, reprimir y reprender a los "delincuentes" y "desobedientes" civiles que se quieren "escapar" de sus casas. Incoherente, ¿verdad? Cómo puede uno ser delincuente por salir de su casa? Muy fácil, arguyendo que no sales sino que "escapas", dando a entender otra vez que estamos en un estado de excepción y no de alarma, que estábamos arrestados y por lo tanto no podías salir,  y es solo en ese contexto donde tiene cabida este exceso de uniformes y control estatal. 

    El trabajo sucio otra vez lo ejecutan los medios, que aceptan y embadurnan de vaselina estas medidas para hacernos creer y sobre todo sentir que esto es justo, normal, necesario y que el abuso que sobre nosotros se está haciendo por parte del estado es inevitable. 
    Han dado la vuelta a la enfermedad de una manera tan abismal y mágica que ni nos hemos dado cuenta. Hemos pasado de ser víctimas a victimarios, de ser protegidos a perseguidos. El ejército de ser inútil a necesario, la sanidad de ser objeto de recortes a intocable, los reponedores de ser invisibles a héroes, el pueblo de ser patriotas indefensos a... enemigos.
    Y lo hemos aceptado porque otra vez la doctrina del schock ha hecho su trabajo. Un pueblo con miedo, en estado de schock por algo que no entiende y que el estado no lo explica del todo, entra en pánico y es manejado al antojo, renunciando a todos sus derechos "cotidianos" con tal de salvar algo más importante, en este caso la VIDA.

    Por eso los militares. Por eso las condecoraciones en el atril de Moncloa. Por eso los controles. Por eso el argot militar de guerra. Para que nos sintamos patriotas, nos enarbolemos en la bandera, en los himnos desde las terrazas, los estandartes a media hasta, los crespones negros cosidos en rojigualda, corbatas de funeral, los aplausos solidarios al compas de las sirenas policiales como si un desfile triunfal se tratase, porque ese aliento, aunque absurdo y contrario desde nuestra posición, hace que el país se engalane para recibir, vitorear y reconocer la más que anhelada victoria de nuestro ejército al enemigo más temible y peligroso que jamás se conoció, y que nosotros, con nuestro sacrificio, hemos hecho posible.

    Cuando todo acabe, porque "esto lo ganamos entre todos", habrá que preguntarse quién fuimos cada uno y qué papel tuvimos en esta II Guerra Civil.




   



No hay comentarios:

Publicar un comentario