buscar este blog

domingo, 22 de marzo de 2020

Católicos en tiempos del Cólera




     Qué suerte poder ser cristiano en estos tiempos. Cristiano, católico o Romano, o todo junto, vaya; bueno, Romano no, a estos tampoco les va muy bien. 
     Los creyentes están de suerte, de enhorabuena, ¡y como para no estarlo! Poseen ya la vacuna para el virus. Bueno, la vacuna, el antídoto y todo tipo de soluciones ante este ataque. 
     Los hay que se ponen una insigne mascarilla y creen por eso que están a salvo de todo. Ignoran su forma de manipularla: la mueven, tocan, quitan, recolocan, ajustan, bajan, suben, vuelven a quitar; y todo con las manos sin lavar o con unos guantes que ni ellos mismos recuerdan dónde han estado. 
     Claro, la culpa no es de ellos, quieren que sepamos como utilizarlas profesionalmente como si fuésemos cirujanos, cuando la mayoría, antes, no habíamos visto una en nuestra vida. 
     Pero a los Católicos esto no les pasa. Ellos van a... otro ritmo. Ellos juegan con ventaja. Le tienen a Él, y claro, así cualquiera. Ellos se leyeron la biblia y ya saben como combatir las plagas; las 7 y las 12, la peste, la lepra, etc, etc. Tienen varias armas secretas que evitan ser contagiados: 
1) La Fe
2) El perdón
3) El arrepentimiento
4) La confesión 
     Y el mayor repelente de todo tipo de virus: La Iglesia. 
     Por eso se les ve por las calles felices, de la mano de sus hijos y familiares, dándose la Paz, compartiendo la liturgia entre acólitos a sabiendas que están a salvo. 
     En cierta forma dan envidia. Son uno de los pocos grupos sociales que hoy pueden sonreír. Llevan en el alma el salvoconducto que en PDF nos piden a los demás, el sello que lo refrenda es su espíritu, y la firma que lo autoriza es el ambiguo Art. 16 de la Constitución.
     
     Y en esas estamos, nosotros con el gesto oculto, con miedo e incertidumbre; y ellos sabiendo que son omnipotentes, omnipresentes, omniscientes e inviolables, como el Rey, que al ruido de unas cacerolas se entristece, hace pucheros monárquicos y nos suplica perdón; perdón y que no lo volverá a hacer más. Y los católicos, cristianos y monárquicos, partiéndose la caja de todo y todos, a mandíbula rota, a cara y manos descubiertas, mientras nosotros les observamos, no solo con el rostro tapado, sino con el animo y la esperanza machacadas.


No hay comentarios:

Publicar un comentario