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jueves, 3 de octubre de 2019

Otra Oportunidad




     Definitivamente esta, mi generación y las siguientes a partir del 70, son sin duda las generaciones más consentidas. Una generación que nunca tuvo que luchar por conseguir algún derecho primordial o vital, jamás tuvo que vérselas con algún régimen dictatorial, represión abusiva; que creció con la hambruna de posguerra ya solventada, con los mimbres democráticos y los conflictos que esto tuvo ya establecidos. Que creció al amparo de una industrialización que dio puestos de trabajo a todos. Y sobre todo, con una sobreprotección paternal que convirtió a éstos en gente sin temor al fracaso, al rechazo, al conflicto social, a la pugna política; y siempre, de manera mágica, se encontraban con otra opción, otra vía, otra... segunda oportunidad.

     El hecho más claro de esto lo vivimos el 23F. Aquel día mi generación pudo convertirse en una más, como sus antecesoras, pero no, no fue así; se solventó de manera rápida, sospechosa y nada traumática, lo que nos hizo sentir a partir de ese momento que "dios aprieta pero no ahoga". Y fue desde ese momento en que entendimos que siempre tendríamos alguna otra oportunidad cuando los avatares de la vida nos acecharan, que nada es tan importante, tan serio, que todo ocurre fuera, en otro lugar, no a nosotros, nosotros siempre tenemos al lado a alguien que nos protege, algo que nos ofrece otra salida o ese halo misterioso y mágico que sin saber cómo ni dónde, nos ofrece esa deseada segunda oportunidad. 

     Tal vez sea por eso que somos la generación menos comprometida con temas comunes, sobre todo con temas realmente catastróficos, pensamos que seguramente no sea para tanto, que ya habrá "alguien" en el último momento que tenga la solución que a nosotros no nos afecte ni reste para nada. Así ha sido siempre y así lo hemos visto en las películas con las que crecimos. 
     De hecho, las crisis graves del 29 e incluso la del 70 no nos afectó, crecimos con ellas ya pasadas, y la del 2008 solo afectó a los más desfavorecidos y a los que tuvieron excesos en un pasado, de manera que aun eso, lo vemos con escepticismo. 
     Solo el terrorismo de ETA nos podía acongojar algo, pero sabíamos que solo ocurría "allí" y a los políticos y militares. En cierto modo actuábamos como la cita crítica de Martin Niemöller, "primero vinieron...". teníamos la sensación de que eso, a nosotros, no! 

     Como decía antes, en culpa fue por el comprensible miedo de los padres a que nosotros viviéramos algo parecido a lo de ellos. Un excesivo temor que creó una burbuja irreal a nuestro alrededor desarrollándonos a espalda de la realidad, y ellos, sobrexponiéndose y esforzándose en conseguir sacarnos de ese umbral económico-social donde nuestro nivel confortable se viese afectado. Luchando por la zanahoria que en algunos casos cada vez parecía más lejana, un utópico sueño que por primera vez parecía posible, el éxito de ser por fin personas dignas, dejar de ser obreros agradecidos, endeudados moralmente, esclavos de un pasado que hacía difícil romper las cadenas en un futuro, en definitiva, ser esa "clase media" que se oía por la radio y que en Europa afloraba al son de la Marsellesa.

     Un esfuerzo tan arduo, tan sacrificado y en ocasiones tan humillante que no se contó bien a los hijos para que no penaran, era preferible que pensaran que "eso" llegó por que sí, por la propia evolución del hombre: Que ese pisito de 40 metros era normal, que todos lo tenían, que era porque aquí era así, se vivía muy bien, que la TV en color también era normal, que el apartamento en la playa se consiguió sin esfuerzo, que el primer coche era porque papá tenia trabajo y que con solo eso se podía conseguir todo. 
     Se ocultaba el esfuerzo porque estaba relacionado con un pasado poco ético que todavía nos pisaba los talones. 
     No, no se nos contó todo y ahora estamos como estamos, pensando que nos merecemos todo y que tarde o temprano nos tocará ese trozo de pastel. Hasta en las enfermedades tuvimos suerte, cuando una golpeaba fuerte, un montón de vacunas estaban ahí esperando para hacerla frente. El caso era que nosotros nunca o casi nunca sufriéramos en exceso.

     Que nuestros padres jamás nos contaran cómo lo pasaron y a qué tuvieron que renunciar para conseguir todo aquello que entendían que nos haría falta, y no nos concienciaran del tremendo esfuerzo que cualquier avance social o material conlleva, hace que hoy, nosotros, caminemos por esos logros como animales salvajes por un huerto, pisando todos y cada uno de esos frutos que previamente se tuvieron que cultivar, plantar, regar y mimar para su posterior recolecta y disfrute, pero que nosotros, al desconocer ese pasado de creación, desarrollo y sacrificio pensamos que sale de la tierra sin más, porque sí, para dárnosla a nosotros porque somos dignos de ello, porque a nosotros nunca nos faltó y por tanto no nos faltará nada, nada nos fue adverso, y si alguna vez algo lo fue, de manera celestial, alguien, sin saber por qué, de dónde ni cómo, (ni nos importa), nos dará, seguro... otra segunda oportunidad.


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