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jueves, 24 de noviembre de 2016

Se me olvidó decirte...



     Mama, se me olvidó decirte que me cosieras la cartilla. Subí colinas desesperado para decírtelo, con los ojos ensangrentados y los mocos colgando, y tú  te giraste a mirarme como si tal. Sin comprender del porqué de ese sofoco, de esa huida acalorada.

     Mama, se me olvidó decirte que hoy entregaba el libro del Quijote en la biblioteca. Y ahí estabas tú, agitando los brazos como aspas de molino quitando importancia, siendo de nuevo el gigante que me arropa.

     Mama, se me olvidó decirte que fui yo quien gano entre todos, el fósil de otra era que ahora se acurruca y suda en mi mano. Le buscaste un sitio adecuado para que mi pequeño trofeo me saludase cada mañana.

     Mama, se me olvidó decirte que esos colores para unas zapatillas eran demasiado femeninos, que tal vez no me gustaban, que a lo mejor, ahora, ya no las quería y que probablemente no me volvería a poner. Y de nuevo tú saliste escopeteada a enmendar ese giro inesperado y previsible de un acto infantil.

     Se me olvidó. Se me olvido decirte que aquella tarde pase miedo, como tantas otras, pero tú supiste ser el Indiana que con unas pocas monedas supo buscar el tesoro de nuestro hogar entre esa maraña de autobuses, trenes y calles repletas de gente que busca en las chicas ese baile sensual que les agrade sexualmente, mientras yo, arriba, intentaba seguir los pasos de un ritmo que no entendía, repasando aquella cancioncilla una y otra vez hasta que el show cogía forma. Y allí estabas tú, pasando las horas, soñando con una vida mejor, imaginando como en un futuro me podría restregar con la Verdú.

     Se me olvidó. Se me olvidó decirte que el único aroma que me gusta es el lavanda, desde aquel día que lo descubrí envuelto en un frasco humilde de plástico verde, y me rociabas con él mientras con la otra mano me rascabas con una aguja la muñeca por dentro de la escayola que partió en dos aquel verano.

     Se me olvidó... decirte que me hubiera gustado hacer aquel viaje de vuelta desde Marugan al corral, para sentirme protegido, mimado y seguro de que las heridas iban a ser curadas totalmente. Un viaje ficticio para el que el tío Paco no dudo ponerse a los mandos de la nave Enterprise y recorrer esa galaxia de locura y algarabío para al rato, darse cuenta de que nada de aquello existía, que era una enajenación más del clan de los Babis. 

     Mama, se me olvidó decirte que la primera noche lloré. Lo hice mientras el centinela apagaba las luces y me taladraba una canción. Lo volví a hacer años más tarde, también de noche, cuando rompimos el lazo maternal y me acurruque pequeño, tapándome con la manta como antes lo hacías tú remetiendo como nadie, primeramente, la sabana que sacaba a patadas. 

     Se me olvidó... Se me olvidó decirte que de vez en cuando miro hacia atrás y te veo agitando la mano, diciéndome adiós. Te imagino con esos ojos que miran y apenas ven, intentando vislumbrar mi último movimiento: si llego, si voy, si vengo... si estoy. Y de esa manera me siento seguro.

          Mama, se me olvidó decirte que los ratos en la mesa alrededor de una cafetera son los que me hacen olvidar toda esa otra mierda que me rodea, y aun hoy, en mi casa, te imagino e interpreto ofreciendo esa taza de café: "Vamos Carmen, el café ya está, si quieres vienes..."


     Se me olvidó...
     Se me olvidó decirte que aunque no te llame... me acuerdo de ti. 
     Que aunque no vaya a verte... me acuerdo de ti.              Que aunque parezca ido... pienso en ti.

     Mientras vivía, mientras crecía y ahora mientras escribía... se me olvidó decirte todo eso. 
     Nunca es tarde para hacerlo, porque cuando hay algo que crees que se me olvida llega un gesto tuyo y me lo recuerda... por eso, ahora mientras escribía, o en el pasado mientras crecía y vivía... se me olvidó decirte... decirte que te quería.

     

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