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domingo, 1 de mayo de 2011

El Rancho

     No jugaba. Apenas salía de casa. Su único entretenimiento eran los juegos indoor, o sea, de salón. El fútbol en un descampado, las canicas en un solar, el escondite entre las calles solitarias de barrio, eran solo un pasatiempo que él conocía de oídas.
     Fue un niño sin infancia. Sin sueños. Sin metas. Sin sonrisa. La mayor parte de su tiempo lo pasaba en asuntos contrarios a su edad, lejanos a su inquietud, asuntos de mayores. En principio podía sonar atractivo, sugerente y, por qué no, hasta recomendable. Pero a la larga pasa fáctura.
En esta vida, que es nuestra vida- "Vida es lo que pasa, mientras nosotros nos dedicamos a otra cosa"-  hay que pagar por todo. Por los excesos y por los decesos.

     Hoy, aún sigue pagando, imagino que por ambas cosas. Porque todo es inversamente proporcional: Si por exceso fue muy casero, por deceso fue poco callejero; si por exceso tuvo responsabilidades de adultos, por deceso no tuvo menesteres infantiles. Y así hasta nuestros días. Esto es, casi cuatro decadas.
     El tiempo siempre te da una nueva oportunidad de resarcirte de tus errores, aunque estos no hayan sido causados por ti. De tal manera que cuando lleguemos al juicio final todos tengamos las mismas oportunidades de acceder al paraíso, tenemos que tener el mismo currículum, de forma que se nos pueda juzgar por lo mismo, a todos indistintamente. Cómo demostrar que uno ha sido mejor en, no sé, montar a caballo, si varios de los que están haciendo cola en el garito "San Peter Gate´s" jamás han montado ni conocido equino alguno. Por eso de las oportunidades. Te llegan aún no esperándolas, solo tienes que verlas. Y para eso has de ser muy observador.
     Si no has vivido el suficiente tiempo como niño o, si como decía antes, a la inversa, has vivido mucho como adulto; es hora de empezar a cambiar.
     No es de extrañar que por esta circunstancia seamos unos tan distintos a otros. Y es por esta razón por la que unos nos comportamos tan diferente a los demás. Vamos en dirección contraria en esta carretera de la vida, vemos la meta en puntos opuestos. Y nos convertimos en lo que yo llamo los Kamikazes de la vida.
     Esta y no otra es la única causa de que quiera hacer lo que me de la gana, lo que me pida mi alma, lo que me dicte el corazón. Yo soy hoy quien por primera vez en mucho tiempo, véase cifra anterior, decida: qué hacer, cuándo, cómo, cuánto y lo que es más importante.......con quién.
     ¿Hay en esta decisión algo malo?, No contestéis, es retorica. ¿Hay algo que me impida, moralmente, claro, hacer lo que me apetezca?, ¿No es lícito que después de tanto sacrificio haya decidido darle una tregua, un descanso a mi ser?.
     Habrá quién diga que a qué sacrificio me refiero, no voy a contestar, simplemente que observen a sus hijos y se pregunten: ¿Les estoy enseñando correctamente, les estoy inculcando valores socialmente adaptados, en el menú diario de educación aparecen las palabras sacrificio, lucha, entrega, merecimiento y agradecimiento? Una vez hayan contestado, e intentado arreglar ese desaguisado donde están inmersos con su criaturas, que pasen a juzgar mi actitud.
     Yo les diré, o mejor dicho, les daré dosis enteras, sacos llenos, de significado de cualquiera de estas palabras que a ellos, padres e hijos, no les dice absolutamente nada, y que a mí por desgracia me sobran por exceso, y necesito liberar para como mínimo después de tanto tiempo disfrutar y ser como un niño, y hacerlo como ellos, consentidamente, sin reproche alguno, sin objeción aparente. Disfrutar como tal, en el Rancho de NeverLand. Pero siendo adulto, sin prejuicios. Porque un día fui un niño contenido, al que ya le dijeron NO.

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